No hace falta decir que las estaciones de energía atómica son completamente confiables. Se entiende, misiles acumulados, submarinos y cohetes, bombas de neutrones e hidrógeno, productos tóxicos fuera de la guerra, tambores y contenedores de desechos radiactivos y dioxinas, acumulaciones de plomo y mercurio, la capa cada vez más gruesa de dióxido de carbono, todo esto no es peligroso. No se nos dirá más que los gases de iluminación de 1850 o los primeros ferrocarriles.
Pobres tontos informadores del progreso que somos, y que no han entendido nada. – Nadie hará la última de las últimas guerras. – Los petroleros de 500,000 toneladas nunca fracasarán, ni las prospecciones en alta mar a tres mil metros estallarán irreparablemente.
– La ingeniería genética nunca se desviará para producir monstruos o seres de tan perfecta conformidad con el modelo prescrito. – Nunca tranquilizantes, euphorisers, seccionadores serán una camisa de fuerza química general. – Nunca los alimentos artificiales producidos por bacterias ágiles puestas en acción serán una pudrición. – Nunca será el instrumento de una policía universal. – Las cámaras fijas en las avenidas nunca serán el ojo que ya no está en la tumba y que ya no es de Dios. – El Estado nunca se volverá totalitario. – El gulag nunca se extenderá.
Confianza Así que confíe en los científicos, los laboratorios, los estadistas, los técnicos, los administradores, los desarrolladores, que solo quieren el bien de la humanidad, que tienen bien el dispositivo en sus manos y conocen la dirección correcta. Confíe en los pronosticadores, los informáticos, los higienistas, los economistas, los guardianes de la ciudad (¡oh Platón, los tenemos ahora!).
Confía, porque tu confianza es esencial en esta brujería.
Jacques Ellul, Fe al precio de la duda, 1980
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